La victoria de Javier Milei en 2023 fue impulsada por un profundo cansancio del electorado argentino con las fórmulas tradicionales representadas por el kirchnerismo. Tras años de control estatal, inflación crónica, recesiones recurrentes y promesas incumplidas, gran parte de la población —incluidos jóvenes y clases medias urbanas— buscó una alternativa radical. Con una retórica agresiva, antipolítica y ultraliberal, Milei canalizó ese descontento hacia una victoria contundente, prometiendo “volar por los aires” las estructuras del Estado y devolver la libertad económica a los argentinos.
1. Del populismo a la austeridad: el giro de la motosierra
La llegada de Javier Milei a la presidencia estuvo marcada por una ofensiva legislativa y ejecutiva sin precedentes. A través del Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) 70/2023 y de la propuesta de la “Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos” (Ley Bases), el gobierno presentó más de 300 medidas orientadas a la desregulación generalizada, profundos recortes del gasto público y apertura económica.
La retórica de la “motosierra” —símbolo de las reformas— se materializó en acciones que buscaron eliminar privilegios estatales y reducir el tamaño del Estado, pero también generaron resistencia social intensa, especialmente de sindicatos y organizaciones civiles.
A pesar de los conflictos políticos y sociales, los resultados macroeconómicos comenzaron a aparecer. La inflación mensual cayó del 25,5% en diciembre de 2023 al 11,0% en marzo y 2,8% en abril de 2025. La proyección anual es de 31,8% para 2025, mostrando una fuerte desaceleración. La consolidación fiscal fue agresiva: el déficit primario de 5% del PIB en 2023 se convirtió en un superávit de 0,6% en 2024. Esta reversión llegó con recortes severos: las jubilaciones cayeron 16,4% en términos reales, los salarios públicos 14,5%, y la inversión en infraestructura se desplomó 77,2%. La economía entró en recesión (-3% en 2024), aunque con perspectiva de crecimiento del 5% en 2025.
2. Déjà vu con el FMI: cambiarlo todo sin cambiar tanto
Con la caída de la inflación, el superávit fiscal y un discurso de ruptura con el pasado intervencionista, Milei pasó a ser celebrado como símbolo de una “nueva Argentina” por parte de la prensa y los inversionistas. La cereza del pastel fue el nuevo préstamo del FMI por USD 20 mil millones (con desembolso inicial de USD 12 mil millones), que ayudó a recomponer las reservas internacionales, negativas en 2023 y hoy en USD 36,8 mil millones.
Sin embargo, persiste un paradigma difícil de ignorar: a pesar de su retórica antisistema, Milei recurrió a la misma institución y al mismo tipo de endeudamiento externo que sus predecesores —incluso gobiernos de izquierda— utilizaron sin éxito duradero. La Argentina sigue siendo el país con más defaults soberanos de la historia moderna, según datos del Credit Suisse y del Banco Mundial. El uso recurrente del FMI nunca ha sido una “bala de plata”, y a la luz de la historia reciente, hay motivos para cautela sobre la sostenibilidad de este nuevo ciclo.
3. Soja, litio y GNL: el suelo firme en medio de la inestabilidad
Incluso con el choque liberal, los pilares tradicionales de la economía argentina siguen siendo fundamentales. En el agro, el país destaca con soja, maíz y carne bovina, exportando granos a China y harina de soja a la Unión Europea. En energía, la explotación de petróleo no convencional en Vaca Muerta y la liberación para exportar GNL abren nuevas oportunidades. En minería, el litio coloca al país en el mapa de la transición energética global. Y en la economía digital, Mercado Libre sigue siendo un caso de éxito regional, con Mercado Pago promoviendo la inclusión financiera.
Sin embargo, los recortes en ciencia, universidades e innovación generan preocupación: la fuga de cerebros podría comprometer el futuro tecnológico del país.
El respaldo al plan económico provino no solo del FMI, sino también de Washington. La visita del Secretario del Tesoro de EE. UU., Scott Bessent, a Buenos Aires, con declaraciones de “apoyo total” a las reformas de Milei y la promesa de hacer de EE. UU. el “socio preferente” de Argentina, consolidó un acercamiento geopolítico. A esto se sumaron la autorización para operar Starlink en el país y rumores sobre una posible fábrica de Tesla. Milei también se convirtió en un aliado ideológico del conservadurismo internacional, especialmente vinculado al presidente Donald Trump.
Curiosamente, durante el “Liberation Day” promovido por Trump —evento simbólico con anuncio de nuevos aranceles sobre países considerados rivales—, Argentina fue incluida entre los países gravados con un 10%, el mismo nivel aplicado a Brasil, que no mantiene el mismo alineamiento ideológico. El gesto reveló un paradoja: aunque Milei ha hecho gestos explícitos hacia Washington y ha impulsado reformas promercado, el reconocimiento práctico en términos comerciales sigue siendo limitado. Esto plantea dudas sobre el retorno real del realineamiento diplomático y sobre cuánto gana realmente Argentina al apostar todo a un único socio estratégico.
4. ¿A quién pertenece el futuro argentino?
Aunque Javier Milei logró revertir importantes indicadores macroeconómicos en tiempo récord, el futuro de Argentina sigue marcado por profundas incertidumbres. La dependencia de decretos, la fragilidad social creciente y el recurso a soluciones ya probadas —como el endeudamiento con el FMI— ponen en duda la sostenibilidad a largo plazo de este nuevo ciclo.
Para los inversionistas, el momento parece favorecer un enfoque selectivo: los sectores básicos y extractivos, como energía, petróleo, gas y agronegocio, aparecen como apuestas más sólidas, al estar anclados en activos reales, demanda externa estable y menor exposición a la inestabilidad institucional. En cambio, los sectores más industrializados o intensivos en tecnología, dependientes de la estabilidad regulatoria y del financiamiento en innovación, podrían seguir enfrentando mayores riesgos en un país que aún busca su nuevo equilibrio.
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