El año 2025 se perfila como un período de oportunidades notables para los mercados emergentes, y Brasil, en particular, surge como protagonista en este escenario. Lo que se observa es una especie de “tormenta perfecta” para las inversiones, impulsada por importantes estímulos externos, a pesar de las persistentes debilidades internas. Esta dinámica plantea una pregunta crucial: ¿es momento de apostar por Brasil?

La perspectiva para los mercados emergentes es optimista, según Michael Hartnett, estratega jefe de inversiones del Bank of America. Él prevé que las acciones de los mercados emergentes superarán a todas las demás clases de activos en 2025, impulsadas por un dólar más débil y una recuperación de la economía china. El índice MSCI de Mercados Emergentes (excluyendo China) ya demostró esa fortaleza, con un aumento del 20% en el último mes (abril–mayo de 2025), alcanzando picos de valorización registrados en 2007, 2021 y principios de 2024.

Dentro de este panorama, Brasil se destaca, aunque no siempre por méritos propios. Benjamin Souza, director general y estratega para América Latina de BlackRock, mantiene una visión neutral a optimista sobre el país. Destaca que, a pesar de los desafíos macroeconómicos, el valor generado por las empresas brasileñas no puede ser ignorado. Souza proyecta que, cuando Brasil inicie su ciclo de reducción de tasas de interés, será uno de los pocos mercados emergentes con tasas más bajas e inflación inferior al 10%. Esta combinación, argumenta, creará un “gap” de atractivo que impulsará el flujo de capital hacia el país.

Varios factores contribuyen a la atractividad actual de Brasil. En el frente comercial, las nuevas políticas comerciales del gobierno Trump en Estados Unidos impusieron solo un 10% adicional de aranceles sobre los productos brasileños, un contraste notable con los 25% o más aplicados a otros socios comerciales, o incluso más de 200% en algunos casos. Esta menor barrera arancelaria favorece a la economía brasileña como fuente de importaciones específicas.

A nivel interno, Brasil atravesó un período de devaluación cambiaria y caída del Ibovespa en los últimos meses de 2024, resultado de la inestabilidad fiscal y los ruidos políticos relacionados con el temor a un expansionismo fiscal del gobierno. Paradójicamente, esto hizo que los activos brasileños estén hoy más baratos, creando una ventana de oportunidad para los inversores.

Además, Brasil se embarcó en un ciclo de aumento de tasas reales de interés para contener la inflación global acelerada. Este nivel elevado ha sido crucial para sostener el tipo de cambio, contener la inflación y atraer capital de corto plazo. Aunque JPMorgan prevé que el Banco Central eleve la tasa Selic otros 25 puntos básicos hasta el 15% antes de iniciar los recortes en diciembre —con una reducción proyectada hasta 10,75%—, el banco considera que la baja de tasas beneficiará al mercado bursátil. A pesar de los desafíos y la desaceleración económica, las empresas brasileñas listadas mantienen sólidos resultados, con un crecimiento del 20% en las utilidades netas en reales interanual.

¿Qué hace a Brasil aún más especial? Además de estar en una región menos afectada por la tensión entre EE. UU. y China y otras fuentes de inestabilidad global, el país se destaca como la mayor economía de América Latina, con un mercado financiero más desarrollado y principales instituciones financieras sin matriz europea o estadounidense. En comparación con otros mercados emergentes como Rusia y Turquía, Brasil presenta una inflación más baja, lo cual resulta atractivo, ya que la inflación desvaloriza los activos. Además, mientras Brasil aún opera con tasas reales altas, México, otro emergente con diferente exposición a EE. UU., se encuentra en un ciclo de reducción de tasas, ilustrando la divergencia de políticas monetarias entre países. Esta diferencia incide directamente en el riesgo país y la atractividad del flujo de capital.

Sin embargo, la sostenibilidad de esta “tormenta perfecta” dependerá de factores internos clave y de riesgos latentes. El inicio del ciclo de reducción de tasas sigue siendo incierto: las tasas altas atraen capital, pero su baja podría dinamizar la bolsa. Otro factor determinante será la elección presidencial de 2026. Brasil tiene un historial de inestabilidad política que impacta directamente en el tipo de cambio y la inflación. La reacción de los mercados ante el desarrollo electoral será decisiva, y JPMorgan destaca la importancia de seguir los índices de popularidad del presidente Lula y la posible sucesión del campo de centroderecha.

Además, la reciente tregua comercial entre China y EE. UU. puede reducir la ventaja arancelaria de Brasil, ya que el diferencial del 10% frente a otros países podría no sostenerse. El aumento de los índices financieros aún no se ha traducido en un incremento sostenido de los precios de las materias primas, motor principal de la economía brasileña. Finalmente, el crecimiento económico de China se ha desacelerado y se orienta cada vez más hacia el consumo interno, lo que podría retrasar una bonanza prolongada para los activos brasileños.

En suma, Brasil se encuentra en un punto de inflexión, con impulso externo favorable y activos a precios atractivos. No obstante, la materialización de una verdadera “tormenta perfecta” de inversiones dependerá de cómo se gestionen las fragilidades internas y los desarrollos políticos y económicos globales.

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